sábado, 24 de mayo de 2008

Callejero de Alberto Cortez

Esta canción la escuché cuando niño. Hasta ese entonces, la música no me llamaba la atención, era algo ajeno a mí; temas en inglés que no entendía, o en español sobre el amor de pareja, que tampoco me identificaba.

Sin embargo, este tema sí llegó a mi corazón porque, como muchos niños, teníamos experiencia con el amor a las mascotas, en especial al fiel perro (Tolina se llamaba la mía). Cuando se es niño, el amor más sublime, después del amor a los padres y familiares, es el amor a los animales.



Callejero
de Alberto Cortez

Era callejero por derecho propio;
su filosofía de la libertad
fue ganar la suya, sin atar a otros
y sobre los otros no pasar jamás.

Aunque fue de todos, nunca tuvo dueño
que condicionara su razón de ser.
Libre como el viento era nuestro perro,
nuestro y de la calle que lo vio nacer.

Era un callejero con el sol a cuestas,
fiel a su destino y a su parecer;
sin tener horario para hacer la siesta
ni rendirle cuentas al amanecer.

Era nuestro perro y era la ternura,
esa que perdemos cada día más
y era una metáfora de la aventura
que en el diccionario no se puede hallar.

Digo "nuestro perro" porque lo que amamos
lo consideramos nuestra propiedad
y era de los niños y del viejo Pablo
a quien rescataba de su soledad.

Era un callejero y era el personaje
de la puerta abierta en cualquier hogar
y era en nuestro barrio como del paisaje,
el sereno, el cura y todos los demás.

Era el callejero de las cosas bellas
y se fue con ellas cuando se marchó;
se bebió de golpe todas las estrellas,
se quedó dormido y ya no despertó.

Nos dejó el espacio como testamento,
lleno de nostalgia, lleno de emoción.
Vaga su recuerdo por los sentimientos
para derramarlos en esta canción.

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